Las personas con cáncer emiten un olor distinto, y algunas personas pueden llegar a sentirlo.
Los cuerpos enfermos cambian su química interna, y ese cambio se libera en forma de pequeños gases que flotan a nuestro alrededor. Un número creciente de estudios indica que las personas con cáncer huelen diferente a causa de compuestos orgánicos volátiles (VOCs) que se acumulan en la sangre, la orina o el aliento. Dichas moléculas actúan como huellas digitales químicas que, en concentraciones mínimas, activan receptores olfativos sensibles.
Aunque la nariz humana difícilmente detecta estas pistas, hay individuos con un sentido del olfato extraordinario —y perros entrenados— que sí perciben la señal. Este fenómeno plantea preguntas fascinantes: ¿qué causa el olor?, ¿cómo se mide?, ¿puede convertirse en prueba diagnóstica temprana?
En este artículo abordaremos la bioquímica de los VOCs, los experimentos de olfacción con animales y sensores electrónicos, y el estado actual de los biosensores basados en orina o aliento.
Los VOCs: huellas químicas del tumor
El cáncer reprograma el metabolismo celular. Al hacerlo, genera radicales libres que oxidan lípidos y proteínas, liberando aldehídos, cetonas y alcanos de cadena corta. Según el estudio publicado en PLOS ONE sobre cáncer de próstata, la orina de pacientes contenía un perfil único de 29 VOCs que los perros podían identificar con una sensibilidad del 71 %.
La revisión de Janfaza et al. (2019), resume más de 1 300 compuestos asociados a tumores de pulmón, mama, colon y páncreas. Aldehídos como el hexanal, cetonas como la 2‑butanona y alcoholes terpénicos aparecen en concentraciones superiores a las de individuos sanos. Estos compuestos, pese a su baja masa, presentan olores penetrantes y característicos.
Fuentes corporales de VOCs
Aliento: el intercambio gaseoso pulmonar arrastra metabolitos volátiles al exterior. Estudios con GC‑MS y espectrometría de flujo de iones han detectado p‑xileno y tolueno en el aliento de pacientes con cáncer de pulmón.
Orina: los riñones concentran metabolitos solubles. Giró Benet et al. (2022), mostraron que un patrón de VOCs urinarios clasificaba el cáncer de mama con 92 % de precisión.
Sudor y sebo: compuestos lipofílicos como el escualeno oxigenado se desprenden por la piel y pueden modificar el aroma corporal.
Narices caninas y humanas extraordinarias
Desde 1989 existen reportes anecdóticos de perros que olieron melanomas en sus dueños. Taverna et al (2015), demostraron que dos pastores alemanes detectaron cáncer de próstata en 362 muestras de orina con 99 % de sensibilidad. Los perros identifican mezclas de VOCs como un todo perceptual, más que un marcador aislado.
Casos inusuales de personas con hiperosmia también respaldan la idea de que el cáncer tiene un olor. La enfermera británica Joy Milne reconoce el Parkinson por olor; investigaciones similares analizan su capacidad con cáncer. Sin embargo, la variabilidad genética del olfato humano limita la estandarización.
Ventajas y límites del olfato biológico
Pros: aprendizaje rápido, bajo coste, detección holística de mezclas complejas.
Contras: fatiga, variabilidad de humor, necesidad de entrenamiento constante, imposibilidad de comunicar qué molécula concreta huele.
Hacia sensores electrónicos: e‑noses y biosensores
Para escalar la detección, numerosos grupos desarrollan narices electrónicas (e‑nose) basadas en matrices de sensores de óxido metálico o nanotubos de carbono. Thriumani et al. (2018), evaluaron 32 sensores poliméricos que distinguieron líneas celulares de pulmón y mama en 24 h de cultivo. El algoritmo One‑Versus‑All SVM alcanzó 95 % de precisión.
Los biosensores de orina también avanzan. Suthat Na Ayutaya et al. (2024), emplearon cinco chips semiconductores comerciales para medir cambios de resistencia ante metano, isobutano e hidrógeno. Combinados, los sensores discriminaban cáncer genitourinario con un área bajo la curva ROC significativa (p < 0,05).
Integración con inteligencia artificial
Redes neuronales profundas analizan firmas de picos GC‑MS y patrones de sensores. Giró Benet et al. (2022), entrenaron un algoritmo que, tras aprender 90 perfiles de orina, predijo cáncer de mama con 100 % de sensibilidad. Estos modelos extraen relaciones no lineales entre docenas de VOCs simultáneos.
Factores que modifican el aroma oncológico
No todo olor proviene del tumor. Dieta, fármacos, microbiota y hábitos tabáquicos alteran el volatiloma. El metilnitrosamina‑1‑butanol (NNAL), metabolito del tabaco, interfiere en firmas urinarias de cáncer de vejiga. Por ello, protocolos modernos exigen ayuno controlado y registros dietéticos previos a la toma de muestra.
El estado del sistema inmune también juega un papel. La inflamación tumoral libera óxido nítrico e interleucinas que inducen enzimas oxidativas responsables de aldehídos odoríferos. Comprender estas rutas ayudará a reducir falsos positivos.
Aplicaciones clínicas emergentes
Cribado no invasivo: Test de orina o aliento en atención primaria para poblaciones de riesgo (fumadores, antecedentes familiares).
Monitoreo de recurrencia: Seguimiento posquirúrgico mediante kits portátiles que busquen el patrón VOC del paciente.
Cirugía guiada por olor: Prototipos de sensores en laparoscopios identifican márgenes tumorales al oler isopreno y acetona emitidos por tejidos malignos.
Desafíos regulatorios y éticos
Validación multicéntrica: Se necesitan estudios con miles de participantes y control estricto de confusores ambientales.
Privacidad del olor: Los volatilomas podrían revelar no sólo cáncer sino consumo de drogas o infecciones; se requiere un marco ético de uso.
Accesibilidad: Garantizar que las nuevas pruebas no incrementen brechas entre sistemas sanitarios de alto y bajo ingreso.
Conclusión
La literatura muestra que las personas con cáncer huelen diferente debido a cambios metabólicos que liberan VOCs específicos. Perros, sensores electrónicos y análisis espectrométricos confirman que el cáncer tiene un olor medible y reproducible. Integrar estas herramientas en la práctica clínica promete diagnósticos tempranos, seguimiento preciso y cirugías más seguras.
Sin embargo, la complejidad del volatiloma, la influencia de factores externos y los retos regulatorios exigen cautela. Con ensayos clínicos robustos, estandarización de muestreo y algoritmos transparentes, la olfacción del cáncer podría convertirse en una pieza clave de la medicina de precisión del siglo XXI.